Grandes mitos de la paternidad que sí se cumplen

Aquella primavera de 2011 una pequeña criatura de 50 centímetros de altura y 3 kilos de peso venía al mundo con sangre de mi sangre. Iria decidió adelantar su bienvenida al mundo a costa de casi, casi, pillar a su padre tomándose unas cervezas con los compañeros de trabajo. Pero ese hombre tan aparentemente dejado, capaz de no tener montada la cuna hasta que la heredera pasó por la puerta de casa, mentalmente tan inestable como para haber olvidado las cuatro instrucciones básicas del curso de preparación al parto, o tan temeroso con la endeblez de los bebés que ensayaba cómo coger su pequeño cuerpo con peluches, ha pasado a ser cinco años después en todo un padrazo que no tarda más de cuarto de hora en vestir a sus hijos. Sí, ´hijos’ en plural, porque luego llegó Jacobo, que igual de guapo pero mucho más cabroncete se propuso convertir la fiesta en un after hours.

Ha sido media década fantástica en la que este papá en prácticas indefinidas ha adquirido millones de conocimientos con sus dos vástagos. Grandes lecciones que comparto con esos futuros padres que se creen que esto es jauja, que todo el monte es orégano y que van a domar a esas fieras como si fueran perritos. Amigos míos, cuanto antes lo aceptéis, más felices viviréis.

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  • 1) La fugacidad de la vida. Cuando uno está en los treinta y tantos ya empieza a revisar los listados actualizados de la esperanza de vida para ver si ha superado el ecuador o no. Pero cuando llegan los hijos la sensación de fugacidad se multiplica de forma exponencial. Parece que fue antes de ayer cuando el bebé abultaba lo que un cojín y ayer cuando dijo su primera palabra (“¡garbanzos!”). Pasan los meses, los años, y prácticamente no da tiempo a enterarse salvo cuando nos miramos al espejo y vemos que a cada día tenemos una nueva cana en el pelo y arruga en la cara.
  • 2) Nunca critiques a un padre, tú serás el siguiente. Todos tenemos en nuestro entorno a futuros papás que reprochan cómo hacemos la gestión. “Cuando nazca la niña ya verás que no me va cambiar casi la vida”, “voy a seguir yendo los sábados a comprar ropa y el crío se adaptará a mis horarios”, “no va a escuchar esos horribles Cantajuegos y los dibujos animados los verá en inglés”, “se acabará el plato de verdura porque yo lo diré”, “ni de coña voy a dejar de viajar a Sri Lanka”. ¡Ay, qué engañado estás y cuánto se te recordará después!.
  • 3) El reloj es tu peor aliado. No intentes ser puntual cuando te encuentras con niños porque es imposible, y lo sabes. Si quedas pronto porque salir con ellos es como intentar arrancar un Seat 600 en Groenlandia; si es a media mañana porque siguen viendo el último capítulo de La Patrulla Canina que te han prometido mientras niegan repetidamente calzarse los zapatos. Si es por la tarde probablemente porque alargarán la merienda hasta que las galletas se mimeticen con la leche y, por la noche, de puro cansancio se abrazarán a ti hasta que decidas quedarte en casa viendo otra vez la peli de Frozen. Y si consigues arrancar, con un poco de mala suerte toca aguantar el cachondeíto del vecino: “¿Qué, os vais de mudanza?”.
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Crédito: Mayuli

  • 4) Dios salve a la tele… y a Youtube. La caja tonta se convierte en el mejor amigo del padre agobiado. Cuánto más alienante sea la serie de dibujos animados, mejor, porque las criaturas te dejarán más tiempo libre para realizar tareas tan estimulantes como cocinar, planchar u ordenar los calcetines. No iremos mal siempre y cuando no pidan los Cantajuegos hasta que nuestros oídos sangren o no quieran ver otra vez la película de La Bella Durmiente que han visionado 459 veces. De igual forma, tus veladas gastronómicas fuera de casa sólo serán posible gracias al dios Youtube y todos los contenidos infantiles que nos suministra. Eso sí, la minuta a pagar de la tarifa de datos casi alcanzará a la factura del restaurante.
  •  5) Cariño, voy a que me estafen en un espectáculo infantil. Por mucho que te resistas y aunque sólo sea por complacer a esas caritas de ilusión, tendrás que tragarte el sapo y acudir regularmente a shows infantiles a cual más insoportable. Cuando pagues 25 € por entrada al musical de Peppa Pig, sin descuentos para niños, por ver a golpe de prismáticos durante un rato a unos tipos con unas marionetas de los odiados cerditos, y que en el descanso se paseen vendiendo merchandising a precio de oro que tienes que comprar sí o sí ante los lloros del personal, entonces serás un verdadero papá.
  • 6) De parque en parque y tiro porque me toca. En cuanto el tiempo acompaña y con fin de que se desfoguen, los parques infantiles o sus homólogos de bolas son de obligada visita. Si pensabas que jamás encontrarías un lugar donde pasaras más tiempo que en tu hogar o en el bar de Manolo, estás muy equivocado. Harás una peregrinación de parque en parque viendo generalmente a las mismas madres, rajando casi siempre de la profesora de su hija y con las cuales jamás te integrarás por pereza. Hasta podrás cotillear en el Facebook del móvil siempre vigilando que tu hijo no estampe el cubo de arena en la cabeza de algún pobrecillo.
  • 7) Dios mío, he engendrado a Terminator. Cuanto más tiempo estés fuera de casa, menos probabilidades de que tu precioso amueblado acabe pasto de las llamas. Apenas unos minutos en tu confortable hogar son suficientes para ver ceniceros destrozados en el suelo, el camión-grúa volando por los aires, sillas pintadas con rotulador, televisión zarandeada y garabateada, o el vaso de Colacao vaciado estratégicamente en la tablet. Encontrar a tu hija pintada hasta las trancas con maquillaje infantil después del baño es un justo castigo por haberte despistado sólo unos instantes viendo el chiste del negro del pollón que te ha mandado un colega.
  • 8) Dormir está sobrevalorado. Si eres de los que duermes diez horas del tirón es hora de que te vayas olvidando. Y, si puedes, aprovecha ahora que puede que luego no podrás recuperar el sueño perdido. Por agotados que acaben tus churumbeles después de haber pasado un día en el colegio, en el parque de bolas y cenando fuera de casa, y por tarde que se acuesten, a las 7:30 A.M. estarán dando botes en la camita al grito de “¡papáaaaaaaa, salón!¡papáaaaaaa, tengo haaaaaaaaambre”. Y tú, andarás como un sonámbulo a preparar los desayunos cuando en sábado aún ni se han puesto las calles.
  • 9) Descansan como angelitos, ¡hay que aprovechar! Después de contar todas las versiones habidas y por haber de Caperucita Roja y los Tres Cerditos, los pequeñajos ya duermen en sus camas. Es el momento de aprovechar, cariño. Hoy tengo que actualizar mi perfil en Linkedin, empezar mi curso de marketing online, sacar la ropa de verano, recoger la cocina tras cenar y ver un capítulo de Juego de Tronos. Pobre iluso. Apenas cenar, empezarás a ver la tele y a los diez minutos te quedarás frito en el sofá probablemente hasta que te despiertes con una tortícolis. Con suerte, tardarías dos semanas en ver Lo que el viento se llevó. ¡Series con capítulos de 7 minutos, por favor!
  • 10) Por mucho que hagas, tu mujer nunca estará conforme. Los pequeños a edades muy tempranas pueden crear lógicas situaciones de tensión en la pareja en la que se pueden perder los nervios. Querido futuro papá, ya puedes tener la novia más dulce, simpática y tranquila del mundo, que se transformará en un auténtico depredador cuando ha sentido la llamada de la maternidad. Le saldrán colmillos y olisqueará la sangre a kilómetros de distancia. No oses tomarte unas cañas de más con tus colegas, echarte un partido de fútbol a deshoras o apuntarte a un curso de Excel que te ocupe parte de las tardes porque te será recordado hasta que te apoyes en una garrota.
  • 10+1 ) Digerir los momentos shock:
    • La tapicería de tu coche nuevo es probada por los vómitos de la criatura. La huella y el olor formarán parte de tu vida.
    • El niño se pone de pie en la silla del ordenador y, sin tiempo a responder, prueba la resistencia metálica de su cabeza con un salto al vacío.
    • Pedorretas por doquier cuando le regañas. Grito. Pedorreta. Castigado al cuarto de pensar. Pedorreta. Lloros. Abres la puerta. Se descojona en tu cara.
    • No me gusta el pescado. Quiero salchichas. No me gusta la verdura. Quiero hamburguesas. No me gusta la fruta. Quiero salchichas. Hasta el infinito.
    • Que tus sobrinos cabrones hagan a tu hijo del Atleti.

Y, sin embargo, no puedo imaginar mi vida sin mis hijos. Mi felicidad está unida a ellos y sin su presencia jamás me hubiera sentido en plenitud. Sus dulces caras, sus besos, sus abrazos, el agradecimiento que demuestran cada vez que juegas con ellos, el “papá me lo he pasado muy bien”, los besos de buenos días, las risas de la infancia más osada… Cada segundo del día esas imágenes colapsan mi cerebro y cada segundo soy más feliz.

1Comment
  • Paloma
    Posted at 19:44h, 15 mayo Responder

    ??????

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